domingo, 18 de marzo de 2012

21 días pasaron... escribe Rodolfo “Finti” Carballo

21 días pasaron desde que Chávez emprendía un nuevo viaje terapéutico a la hermana isla de Cuba, después que se le detectara en un examen de control una nueva tumoración en la zona pélvica en la que había sido operado y tratado de un cáncer meses antes. Aunque el propio Chávez junto a su equipo tratante tenían una alta sospecha de una recidiva del cáncer localizado y así lo asumieron públicamente, la maquinaria mediática criolla y mundial ya presagiaba su carácter terminal y fin de la carrera política del presidente, al límite insospechado que ya estaba prácticamente en coma y le quedaban días de vida. Embriagados aún con la pírricas elecciones internas del 12 /2, la oposición política y mediática se frotaba las manos y presagiaba el ascenso incontenible de su candidato Capriles Radonski frente al supuesto vacío de poder y las luchas intestinas que se avecinarían por la sucesión de Chávez. Pese a que la oposición en su cuarto de hora de exitismo electoral se presentaba como unos angelicales convocantes a la “unidad nacional, de la paz y la superación de la confrontación entre los venezolanos”, fue el propio Chávez antes de su salida a la Habana el que alertaba que se avecinarían tiempos duros, de conspiración, sabotajes, violencia e inclusive de divisiones en las propias filas revolucionarias en su ausencia, para lo cual convocaba a la unidad y movilización del pueblo. Y no se equivocaría es su intuición política.



Tras las elecciones internas de la derecha, los asesores de Capriles le instaban a no confrontar con Chávez o más bien mimetizarse y hablar lo menos posible. Hacer la plancha esperando el mágico ascenso en las encuestas producto de una ilusoria multiplicación de los adeptos producto de la sumatoria de los votos de los candidatos de la interna, explicitar los menos posible su pasado impresentable y diluir el proyecto neoliberal con la consigna insípida de “orden y progreso” como si estuviéramos en épocas del plan Marshall. Pero la realidad fue otra, la unidad hace aguas y los compañeros del casting de la interna lo dejaron más solo que un naufrago. Al mes de la interna las encuestas lejos de mostrar un ascenso de Capriles en la preferencia del pueblo, se abre más la brecha a favor del líder de la revolución. Un suplicio y un llanto de cocodrilos, cuando Chávez está presente lloran y cuando no está pelean con su sombra. En poco tiempo pasan de la euforia a la depresión, de un futuro luminoso a un presente catastrófico, sustrato en la cual empiezan primar visiones distintas a las democráticas, sus instintos golpistas y los pases de factura de los multimillonarios aportistas, locales y extranjeros.



Por otro lado, con la ausencia física de Hugo Chávez, lejos del vacío de poder, el poder pareciera multiplicarse no solo con la acción del cuadros ministeriales desplegados sino especialmente por sobre todo el pueblo en la calle, con grandes movilizaciones de adhesión y relación amorosa con el líder aunque el candidato de la revolución no está en campaña. Con gran intuición de clase el pueblo sale a defender las grandes misiones, las grandes obras en desarrollo, sale defender a Pedevesa, la soberanía, los proyectos incluyentes, el socialismo bolivariano y como el propio Chávez señala que “hay que defender no solo todo lo conquistado en estos 12 años pasados, pero mucho más todo lo que viene en el futuro”. Entonces el pueblo se multiplica en la calle con la convicción que no hay otro candidato de la revolución que no sea Chávez, con su relación pasional y amorosa pero por sobre todo la gran mayoría que no quiere volver al pasado, no quiere la restauración capitalista, no quieren verse en el espejo del cataclismo del capitalismo global y sí sumarse a la vanguardia mundial de los pueblos que luchan por la soberanía, la independencia, la liberación y los cambios sociales. La poderosa consigna de “Palante Comandante”, muestra la fuerza de la esperanza y a la vez la convicción de lucha de un pueblo y un líder que se agiganta en las grandes adversidades.



Pocos días antes de las elecciones internas de la derecha, se produjo un lamentable derrame petrolero en el estado de Monagas, que activó los estrictos planes de contingencia de la industria del crudo, del ministerio de ambiente y otros servicios de emergencia. Mientras tanto la oposición y sus medios estaban muy ocupados en su interna. Terminada la ola mediática electoral y ante la falta de rating los medios se entran a preocupar ante un “desastre ecológico”, cuando ya había sido removido más del 95% del derrame del rio contaminado. El revuelo mediático se lleva puesto al propio Gobernador, un conocido tibio psuvista que aprovecha la oportunidad para saltar la talanquera, traicionando al pueblo chavista que lo llevo allí, poniendo en sospecha el accionar del ministerio de ambiente pero sobre todo a Pedevesa y por elevación a sus aliados que operan en el bloque de la faja, Irán, China, Rusia entre otros. Podemos imaginar por dónde van los tiros cuando se apunta a desprestigiar a una de las empresas más grandes y soberana como es Petróleos de Venezuela y su aliados estratégicos. Pero como si le faltara nuevos ingredientes, montan la olla en el lago de Valencia, en el otro extremo del país donde los “expertos” disfrazados ONG o grupos conservacionistas empiezan a denunciar a través de verdaderas cadenas mediáticas, la contaminación del lago y las aguas de toda la región central incluido Caracas, apelando al terror y al miedo por el “envenenamiento” de la población, sin una sola prueba que lo respalde apelando a algún hecho catastrófico.”Ecocidio, genocidio” pasan a ser palabras comunes en la agenda de terror, pero el ingrediente de la violencia se pone al día con las escuálidas y torpes movilizaciones del candidato oligarca, que a punta de grupos de choque ajenas del sector y fastuosas camionetas penetran en los barrios populares generando la indignación del pueblo Chavista que se siente avasallado. En estas furiosas movidas siempre hay actos de violencia, y siempre hay camisas rojas que se convierten en los chivos expiatorios convertidos en “hordas chavistas”, los malos, feos y sucios que los muy cultos y ejemplares demócratas necesitan estigmatizar para ésta agenda que empieza a despuntar ante el desespero y el nerviosismo que va imperando en la derecha Venezolana.



Han pasado 21 días; Chávez ha emprendido el nuevo retorno. Horas antes del anuncio de su partida de la Habana escuchaba a una desaforada disque periodista por Globoterror asegurando que el hombre venía en camilla; prueba de ello es que no apareciera hace tres días en los medios y que toda su familia se había trasladado a la isla. Peor aún peor la vocería del inefable Roger Noriega aseguraba que Chávez se habría negado a operarse acortando sus posibilidades de vida. Pero acá estamos frente a la caja mágica, viendo a ese resurgido comandante Chávez, renovado, transmitiendo fortaleza, amor y lineamientos políticos. No deja a sorprender a propios a ajenos cuando como siempre canta, baila y hace política mayor. Contrasta la campaña de odio a la del amor, advierte contra los exitismos, previene que la batalla va ser dura pero victoriosa. Afirma que la derecha, el poder económico y el imperio no tendrán escrúpulo alguno ante el desespero. Apela a la fuerza creadora del pueblo, a la crítica y autocrítica pero con lealtad y unidad. Comenta sobre el pescado salado que se comió con Fidel y se atreve llamar “mi comandante” al propio Cristo. Ajusta ante su pueblo los ejes tácticos y estratégicos de la campaña y más allá, trabajando para un triunfo contundente en la batalla de Carabobo del 7 de octubre. En fin vemos un Chávez fundido con su pueblo desde el balcón de Miraflores junto los soldados hechos pueblo, mujeres, obreros, campesinos, jóvenes, niños en una gran marea roja y conciencia tricolor, con pasión, esperanza, alegría desbordada al grito de “Palante comandante”.

Es necesario vencer y estamos venciendo

desde Cumaná, Republica Bolivariana de Venezuela Rodolfo “Finti” Carballo en somossur

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